Corazón de tormenta by Gaelen Foley

Corazón de tormenta by Gaelen Foley

autor:Gaelen Foley [Foley, Gaelen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Abajo, en la profundidad de la bodega, a Eden no le iban mucho mejor las cosas. Martin estaba terriblemente mareado; Peter Stockwell, al que habían trasladado de la enfermería hasta allí, se encontraba tumbado gimiendo en su catre; Rudy no paraba de ladrar en su jaula, mientras que el Chaval se quejaba constantemente.

—¡No aguanto más estar aquí! ¡Huele a vómito!

—Phineas, te prohíbo que te marches, y no se hable más.

—¿Por qué no puedo ir a ver al capitán?

Tras oír veinte veces la misma pregunta, Eden había perdido la paciencia.

—Porque yo lo digo.

—¡No tengo por qué hacerte caso!

—Oh, sí. Lord Jack te ha puesto a mi cargo. Si quieres, puedes hablarlo con él cuando haya pasado la tormenta. Pero de momento te vas a quedar aquí conmigo. ¿Por qué no echas una mano y tranquilizas a Rudy? Si alguien puede hacerlo callar, eres tú. ¿Quieres intentarlo?

—De acuerdo.

El niño resopló y la miró con el ceño fruncido, pero se inclinó con expresión malhumorada y empezó a hablar en voz baja al bull terrier; metió los dedos por la tela metálica de la jaula en un intento por acariciar al perro.

Eden se dio cuenta de que la insistencia del Chaval por ver a Jack se debía simplemente a que estaba asustado —todos lo estaban— y a que estar cerca de su capitán hacía que el niño se sintiera a salvo. Pero en aquel preciso instante Jack tenía trabajo que hacer, y sus vidas dependían de él.

Se apartó, convencida de que había logrado distraer al niño por el momento, y dio a Martin un paño empapado en vinagre diluido para el mal de mar. Al ver que el hombre volvía a tener arcadas hizo una mueca, pero no le quedaba nada por echar.

Cuando Martin se apoyó otra vez en el mamparo, ella le colocó el paño empapado en vinagre sobre su frente, que había adoptado un tono verdoso.

—Pobrecillo. Aguanta, querido. No durará para siempre.

Peter Stockwell gimió, y ella se dirigió a ver cómo estaba.

Al situarse de espaldas a él durante un breve instante, Eden no vio que Phineas abría la jaula de Rudy varios centímetros. El niño metió su manita para acariciar al perro, decidido a tranquilizarlo, pero justo cuando Eden se dio la vuelta, Rudy pasó disparado por delante del Chaval y corrió directo hacia la puerta, que Eden había dejado entreabierta con una silla para que se ventilara un poco la bodega.

Cuando el perro salió como un rayo blanco seguido de Phineas, se quedó boquiabierta.

—¡Rudy, vuelve aquí! —gritó el niño, persiguiendo al animal.

—¡Phinney! —Ella fue volando hacia la puerta.

El Chaval había desaparecido.

—Oh, voy a retorcerle el pescuezo —dijo Eden en voz baja, y acto seguido echó a correr por el pasillo detrás del niño.

Se reprendía a sí misma a cada paso que daba, con sentimiento de culpabilidad y creciente pánico. ¿Adónde habían ido? Allí abajo estaba muy oscuro.

La escalerilla situada delante de ella se balanceaba de acá para allá; empujaba a Eden contra una pared y contra la otra mientras avanzaba serpenteando a toda prisa por el angosto pasillo.



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